Vivir no es otra cosa que arder en preguntas

viernes, 20 de junio de 2014

Focus

Los pies paralelos. Una mano se acomoda, la otra la imita y crea su propio movimiento, ambas se inmovilizan. La cabeza se eleva y llama a los ojos, estos se enfocan, pasan de mirar a ver, distinguen un circulo con más círculos, un arcoiris eterno y simplificado. Las manos se vuelven un poco más inquietas, pero rápidamente se vuelven rígidas y relajadas, se elevan, coordinadas,como si fuera un ballet perfecto.
Empiezan a trabajar juntos los brazos con la espalda, la tensión los atraviesa, una tensión distendida. Las manos se despiden.
Empieza la lucha.
Cada una de las manos es acompañada por su respectivo brazo. Una empieza a empujar hacia el frente,
buscando los colores, la gloria. La otra, en cambio tira, tira con tal determinación que llega hasta la cara, como si quisiera atravesarla y detestara la simple idea de llegar a ver algún color. Lo que las divide es la fuerza, a pesar de estar calmadas. Pero hay algo que estas dos fuerzas tienen en común. No son tan diferentes. Las fuerzas están unidas, tienen el mismo origen.
La espalda empieza a crear una armonía muscular, las organiza y las dirige.
Las fuerzas se fusionan.
En un momento determinado, el ojo dice que ya estamos en el punto exacto, los colores están justo frente a nosotros, estamos a punto de lograrlo. Los músculos ya no resisten la tensión. Las manos, impacientes, quieren soltar lo que tienen, volver juntarse y perdirse perdón. La espalda dice que ya estamos en el punto justo.
 Se coordinan las fuerzas, una mano va hacia atrás, la fuerza se traslada hacia adelante. En milésimas de segundos la recibe y la rechaza la otra mano.

Suelta concluida.

Fue tan intenso el combate, que todas las partes del cuerpo se quedan en shock, no saben qué otra cosa hacer, solo siguen la flecha,que se escapa de círculo, no lo quiere, evita la meta, lo esquiva sin dudarlo.

La flecha está enojada, no le gusta cómo trabajaron las manos, la espalda, los brazos, el ojo, la mente. En forma de protesta se va, se sale, se vuelve rebelde, abandona el blanco.

Todo esto ocurre en un rango entre los 5 y 10 segundos.

Pero no importa, se vuelve a hacer, se vuelve a organizar, se vuelve a sentir, aunque ahora lo que hay que hacer es ser uno.
Ser uno con el arco y no solo un cuerpo que realiza movimientos.