Vivir no es otra cosa que arder en preguntas

sábado, 21 de junio de 2014

03:07 a.m.

Cuando el amor se reprime, se encierra, se guarda bajo llave.
Se agranda, cambia su forma, quiere salir, quiere formar parte del mundo.
Pero cuando explota, lo hace en forma de ira y llanto.
¡¿por qué resulta tan difícil hablar el español?!
Si el cuerpo fuera un conjunto de palabras... si todo pudiera ser traducido en caracteres, no necesitaríamos ni vernos.

Dicen que para recibir amor es necesario dar amor, ahí es donde fallo.
Las personas interpretan palabras y gestos como la traducción del amor, pero para mi el amor son acciones. Y no una sola acción, sino que todo un conjunto de acciones.
Por eso las palabras me parecen una ilusión y un engaño. No entiendo el amor de los demás... y ellos no entienden el mio.
Me es difícil abrazar o decir un simple te quiero, y no porque no lo sienta, sino que siento que no es sincero, aunque sea sincero. Me siento un engaño y siento que los demás son un engaño.

Dicen que cuando uno no entiende algo le teme, y creo que esta frase es aplicable a mi caso.
No comprendo al mundo, no entiendo a las personas, no distingo entre lo que pude ser real y lo que no, y no distingo entre las cosas que son y las que no son.
Le temo al mundo, y ese temor hace que no pueda ver la belleza que hay en él.

Antes, una persona no me dejaba interactuar con él de cierta forma y yo lo consideraba (se lo decía a él) como si fuera un alfajor, uno que está dentro de una pecera de vidrio, en un kiosco o almacén. Por lo visto esa pecera se dio vuelta y me encerró a mi. No más sentir ni interactuar con el mundo. El observar se vuelve costumbre y la opinión no atraviesa el vidrio. Y el vidrio, con el tiempo, se empieza a manchar, distorsionado el mundo y volviéndolo más oscuro y más nubloso. ¿Quién tiene el cortavidrios? ¿un humano, un dios, el mundo o yo?