Yo fui criada bajo la cultura del Portero Eléctrico. Bajo un pitido te llaman, sin nombre, te solicitan. Uno si quiere contesta o deja abandonado al sujeto delante de la puerta. Se presiona un botón para comenzar a hablar y que el otro escuche la voz; puedo elegir mediante otro botón el escuchar o no al otro. Se elige cuándo se habla, cuándo se escucha y cuándo se calla, uno mismo y el otro.
Dejar abandonado al otro no es una cuestión de indiferencia, sino una consecuencia de la supuesta libertad de comunicación e interacción. Esta es mi cultura, en la que me crié, esta metida en mis huesos, y es dificil de corroer.