Vivir no es otra cosa que arder en preguntas

lunes, 21 de septiembre de 2015

El Valor en el Espacio

El valor de las cosas es el que define el lugar que ocupará cada cosa.
Una caja de botellas a la merced de la lluvia en el patio, una campera que se abandona en una silla al dejar de usarla y para volverla a usar al día siguiente, un reloj que está en un sitio determinado y otro reloj en un lugar diferente de la casa.
El lugar donde dejamos las zapatillas y el celular no son los mismos; como no pensaríamos dejar el celular en el suelo, tampoco pondríamos las zapatillas sobre la mesa, a no ser en el momento de comprar una zapatilla, en donde no es pecado que uno las coloque sobre el mostrador, pero que ni locos pondrían sus zapatillas viejas sobre ese mismo mostrador. Cuando una zapatilla se vuelve el centro de atención, para limpiarlas por ejemplo, se ponen sobre la mesa y se les pasa un trapo húmedo. Apenas uno termina de realizar la acción, rápidamente las retira de la mesa, una sensación incómoda y repugnante se apodera de uno al ver que esa zapatilla está ocupando un espacio que no le pertenece, o que al menos no le pertenece eternamente.
A un gato no se lo deja subir a la cama a no ser que sea un animalito muy amado, y se valore más al gato que mantener un acolchado sin pelos. Y nunca nadie dejaría a su abuelo recostarse en el suelo, a no ser en el momento que deja de ser un abuelo y pasa a ser un cuerpo inerte, que se esconde no solo en una caja, sino que también se lo cubre de tierra, para que no ocupe el espacio de la vida.
Un limón en un árbol, en esa rama, en ese momento, en ese lugar, no sale al azar; no hablamos de un azar divino, sino como una relación demasiado compleja para la mente de nuestros días. No habrá otro limón como ese posicionado de esa manera en ese árbol o en algún otro. Su valor es diferente si se tiene en cuenta en donde está ubicado en el espacio y no lo pierde completamente si no pensamos en el espacio que ocupa.
Por ese motivo una pareja se tira al suelo a amarse, porque ninguno vale nada y solo encuentra valor en el otro, que está a su lado ocupando ese espacio, que a consciencia, hace que tenga valor.
No por nada Dios está en el cielo y Satán en lo más profundo del subsuelo infernal, el valor más alto y más bajo del espacio, respectivamente.
El valor del espacio puede cambiar según nuestros cerebritos, algo alejado de nosotros lo puede estar por rechazo o por respeto. Lo mismo ocurre con las cosas cercanas, las podemos proteger como las podemos vigilar y controlar de forma obsesiva.
Gracias al movimiento, algo lejano se puede acercar y algo cercano se puede alejar, modificando su valor o exaltándolo.
La valorización y el espacio conviven en una relación dialéctica.